Esta pasada semana ha sido una de las peores en este proceso de duelo desde que José murió. Yo sé muy bien que esto es un proceso de altas y bajas pero este cantazo no me lo esperaba y hasta me asusté porque pensaba que iba a durar mucho más y que salir del hoyo iba a estar complicado. De Septembre 2017 para acá mi familia y yo hemos sufrido 4 pérdidas de seres importantes (mi pareja, mi abuela y dos primos muy queridos), todas sorpresivas y muchas a destiempo. Estas pérdidas nos han complicado el proceso de sanación pero ciertamente nos han enseñado mucho. Y ahí vamos, cada uno con su dolor y herramientas, apoyándonos en nuestros hermanos, sobrinos, hijos, etc. para seguir respirando.
Quienes me conocen saben que siempre me ha gustado cocinar y alimentar a los mios. En mi familia, cocinar siempre ha sido cosa seria y era una de las cosas que más me unía con muchos de los que ya no están conmigo: mami, mi fuenta de vida y energía desde el vientre; mi abuela, quien me enseñó a cocinar desde muy pequeña; José, eterno amante del buen comer y de fotografiar su comida; Iván, quien me enseño el gran placer que produce comer y cocinar para los que quieres. A todos los recuerdo y les honro cocinando.
Esta cuestión de cocinar con la pasión y emoción que lo hacía fue bien complicada retormarla después de que José partió. Pensaba, ¿para quién carajo voy a cocinar ahora? ¿Quién le va a hacer un shooting a un plato tan mundano como un arroz con carne frita con la pasión y belleza que lo hacía él? ¿A quién le van a brillar los ojos cuando le diga que hice lasaña sólo para él? Y así por el estilo me atormentaba a diario con ese tipo de preguntas. Sin embargo, poco a poco me fui dando permiso para cocinar sin un plan y sin un comensal en mente. Cocinar por que quiero y cuando quiero, que ya aprecerían voluntarios que no permitirían que la comida se echara a perder. Así lo hice y así nació CocinArte.
Ya mucho mejor de ánimos, este sábado me tiré a probar comidas y a comprar especias e ingredientes para platos que quiero preparar aunque no necesariamente me los vaya a comer. Cociné, experimenté, tomé fotos, comí, sonreí. Terminé con la satisfacción de hacer algo que disfruto y que me llena, que me ayuda a sanar y que celebra la huella de tanta gente amada en mi vida.
A quien me lee solo le digo que durante el duelo no hay nada certero. Esto se trata de sopresas poco gratas, retos y pruebas; que no hay una forma correcta de sufrir, ni un tiempo determinado para sanar; que lo que decidas hacer lo hagas siempre pensado en tu bienestar y tu plenitud emocional.
¡Les abrazo!
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