Es curioso como después de tantos años ahora es que soy consciente del peso emocional que el mes de septiembre trae consigo. Ciertamente siempre recuerdo las múltiples fechas que hacen de este mes el más complicado del año, seguido por noviembre.
Fue un 20 de septiembre de 2003 cuando experimenté junto a mi familia el dolor mas desgarrador en mis 19 años de vida. Mami, mi todo, moría a consecuencia de cancer de colon a sus 53 años. Fue un golpe tan brutal y ninguno de nosotros estaba preparado. Cada quien llevó su duelo como mejor pudo. Nos unimos más s como familia pero el tema era muy sensitivo y, aunque su memoria siempre estaba presente, nunca tuvimos la apertura de hablar sobre el dolor que sentíamos. Sanamos a medias, crecimos, formamos nuestras familias pero nos costaba reconocer que aunque pasen los años su ausencia sigue doliendo. Sin embargo, no verbalizamos esos sentimientos de nostalgia y tristeza por todos esos momentos que no pudimos celebrar junto a ella.
Este año se cumplieron 20 anos de su muerte y sentí la necesidad de por fin escribir sobre ella, sobre su ausencia y su impacto en mi vida. Fue hace apenas una semana cuando por fin hablé con una de mis hermanas sobre lo complicado de que hs sido gestionar esas emociones durante todo este tiempo. Y fue bueno hablar y saber que el sentimiento es compartido pero, sobre todo, reafirmar que nos tenemos.
Luego en el 2017, septiembre tomó un giro más nefasto aun. Primero perdí repentinamente a mi amado primo Iván y su pérdida me sacudió el alma. Sus hijos tenían mas o menos la misma edad que mis hermanas y yo cuando mami murió y el tenía la misma edad que mi amado Jose, quien ya venia presentando los síntomas de su enfermedad. Luego, el 19 de septiembre no pudimos celebrar junto s papi su cumpleaños pues el huracán Maria venia imponente. Al día siguiente, en medio de todos los estragos dejados por el monstruoso ciclón Jose y yo partimos al hospital donde comenzaría su viacrucis que se extendería por 45 días.
Mientras la mayor parte de la gente hacía filas interminables para buscar gasolina, para poder entrar a hacer compra y aguantaba el calor sofocante que viene luego de la tormenta, yo estaba esperando en el hospital Metropolitanto, abarrotado de gente herida en medio del temporal, con un doctor en turno continuo por más de 48 horas, parte de la sala de emergencias inundada, poco personal porque sus relevos no podían llegar ya fuera por las inundaciones o arboles caídos, sin luz y el diesel empezaba a escasear. Septiembre de 2017 fue un purgatorio desde otro ángulo para nosotros, pero igual de terrible.
Por eso, este año decidí tomarme el día para mi. Me excusé el trabajo y traté de buscar paz en mi día a través del agradecimiento porque, pesar de tanto, tengo a mi familia saludable y bien. Nos apoyamos y amamos incondicionalmente, tal y como todos mami nos enseñó. Y dediqué mi día a disfrutar del paisaje y a buscar felicidad en lo sencillo, porque después de todo, a mami solo le importaba a que fuéramos felices cuando ella no estuviera y, aunque aun duela, no la voy a decepcionar. Por eso, cada día trabajo para ser una mejor versión de mi: fuerte, agradecida y feliz, como ella hubiese querido que fuera.
Con esto quiero trasmitirles que puede pasar muchos años pero eso no significa que el dolor desaparece, solo se transforma. Respeta tus sentimientos y se consciente del proceso. Igualmente, respeta los procesos de duelo de los demás, aunque no los entiendas. Cada quien vive el duelo de acuerdo con sus experiencias y no debemos juzgar lo que no entendemos. Por último , el duelo no termina nunca. No tengas prisa por sanar pero no te estanques en el dolor. Reconoce tus emociones, busca ayuda profesional, habla sobre tu experiencia y date de permiso de vivir y ser feliz pesar de su ausencia.
Les abrazo.
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